lunes, 16 de noviembre de 2015

La historia de un sueño

La história de esta aventura no comienza ahora, ni tan siquiera hace unos años cuando se inician los trabajos de restauración de la casa. Comienza cuando los veranos y las vacaciones de mi niñez se llamaban  Loma. Cuando nos bañábamos en el pequeño estanque y descubríamos caminos y cortijos abandonados en bicicleta. Comienza con la recogida de la cosecha  de cereales y con las animadas charlas de los vecinos en la esquina de la ermita. Comienza con el recuerdo de José, el guarda, contándonos historias antiguas en el zaguán de la casa.  Empieza también con el recuerdo del olor en los días de matanza  a las ordenes de la tia Nati y con la prueba de chorizo y vino, que calentara aquellos fríos días. Comienza con recuerdos, de muy pequeñita, cuando el destino marcó que yo interviniera en la preciosa labor de devolver a la casa su su brillo. Y, definitivamente, comienza como todo lo importante en esta vida: la impagable ayuda de mis padres, de mi familia y de mis amigos.

Así es cómo nace un sueño. Y soñando muchos días, el sueño se hace ilusión  y la ilusión va tomando forma. Aún queda mucho por hacer, pero cada gran esfuerzo que nos exige se convierte después en una satisfacción incalculable.

 He querido respetar, en la medida de lo posible, su esencia, los materiales empleados en su construcción: el barro, la madera, los suelos hidráhulicos, los postigos en las ventanas, la cocina de las matanzas, la salaera, la biblioteca o el viejo zajuan, donde aún resuenan ecos de las conversaciones de antaño.  He tenido que prescindir de alguna estancia que no se pudo conservar, pero que estará siempre en el recuerdo. El  huerto, con su estanque, espera paciente su intervención, pero este verano ya ha empezado a regalarnos tomates, pimientos, berenjenas y otras hortalizas para el deleite de familiares y amigos. Y la vieja higuera, que yo llamo de Luís -y que otro dia os contaré porque- espera silenciosa escuhar acordes bajo sus poderosas ramas.

No es la casa más bonita del mundo, pero entre sus paredes se respira ya alegría, música y poesía. Está abierta a compartir con  amigos momentos de vino,  de risas, de buena cocina y buenos momentos que hagan después buenos recuerdos.

Leía un día que cada uno tiene que saber para qué es especial,  y creo sobretodo que esta casa y yo tenemos alma de anfitriones. Nos gusta recibir gente y ofrecerles lo mejor. Soy inquieta, me gusta conocer, probar, descubrir y lo que conozco, pruebo y descubro me gusta compartirlo.

Si te atreves, será un placer recibirte. 






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