La história de esta aventura no comienza ahora, ni tan
siquiera hace unos años cuando se inician los trabajos de restauración de la
casa. Comienza cuando los veranos y las vacaciones de mi niñez se llamaban Loma. Cuando nos bañábamos en el pequeño estanque y descubríamos caminos y cortijos
abandonados en bicicleta. Comienza con la
recogida de la cosecha de cereales y con
las animadas charlas de los vecinos en la esquina de la ermita. Comienza con el
recuerdo de José, el guarda, contándonos historias antiguas en el zaguán de la
casa. Empieza también con el recuerdo
del olor en los días de matanza a las ordenes
de la tia Nati y con la prueba de chorizo y vino, que calentara aquellos
fríos días. Comienza con recuerdos, de muy pequeñita, cuando el destino marcó
que yo interviniera en la preciosa labor de devolver a la casa su
su brillo. Y, definitivamente, comienza como todo lo importante en esta vida: la
impagable ayuda de mis padres, de mi familia y de mis amigos.
Así es cómo nace un sueño. Y soñando muchos días, el sueño se
hace ilusión y la ilusión va tomando
forma. Aún queda mucho por hacer, pero cada gran esfuerzo que nos exige se
convierte después en una satisfacción incalculable.
He querido respetar, en la medida de lo posible, su esencia, los materiales empleados en su
construcción: el barro, la madera, los suelos hidráhulicos, los postigos en las
ventanas, la cocina de las matanzas, la salaera, la biblioteca o el viejo
zajuan, donde aún resuenan ecos de las conversaciones de antaño. He tenido que prescindir de alguna estancia
que no se pudo conservar, pero que estará siempre en el recuerdo. El huerto, con su estanque, espera paciente su intervención, pero este verano ya ha empezado a regalarnos tomates,
pimientos, berenjenas y otras hortalizas para el deleite de familiares y
amigos. Y la vieja higuera, que yo llamo de Luís -y que otro dia os contaré
porque- espera silenciosa escuhar acordes bajo sus poderosas ramas.
No es la casa más bonita del mundo, pero entre sus paredes
se respira ya alegría, música y poesía. Está abierta a compartir con amigos momentos de vino, de risas, de buena cocina y buenos momentos que hagan
después buenos recuerdos.
Leía un día que cada uno tiene que saber para qué es
especial, y creo sobretodo que esta casa
y yo tenemos alma de anfitriones. Nos gusta recibir gente y ofrecerles lo
mejor. Soy inquieta, me gusta conocer, probar, descubrir y lo que conozco,
pruebo y descubro me gusta compartirlo.
Si te atreves, será un placer recibirte.